Miro el reloj y son las doce menos cuarto. 35 grados. Ya me bañe tres veces y pretendo hacerlo varias veces más. Con tanto calor se me hace un poco dificil salir a caminar a esta hora si no es vestida con algún pañuelo en la cabeza. El único que tengo es blanco y corro el riesgo de que me confundan con alguna virgen en este pueblo tan católico.
Fort Kochi es una ciudad pesquera muy pintorezca en la provincia de Kerala que da a la costa del Arabigo, y por cierto, bastante turística. Las iglesias emergen en cada cuadra y las figuras de Ganesha y Krishna se entremezclan con las de Jesús en un pueblo extremadamente religioso.
Decidí alojarme un poquito apartada de tantos extranjeros en la casa de una familia india hermosa, llena de luz, literalmente. Ella, es como una mamá, y su nombre, no parece casual, Sheeva. Al mismo tiempo que me lo dijo, me corrió un enorme escalofrío por todo el cuerpo. Shiva es Dios, para los hindúes.
La familia de Sheeva hospeda viajeros en las habitaciones de su humilde casa. En medio de un jardín lleno de árboles de mango, cocos y especies de pájaros, el entorno se asemeja a una selva. La terraza es de bambóo y tomar el té hecho por Sudaryan, el señor que nos prepara el desayuno y el té es algo que seguramente extrañaré a mi vuelta.
Hace varios días que estoy acá. Tengo mi cuarto privado, con baño, escritorio y por suerte ventilador. No me puedo quejar. Todo muy sencillo, estilo colonial, pero acogedor. Conocí a una austríaca muy simpática que es concertista en Viena con la que compartí varios desayunos y recorrí los backwaters. Pero lo más divertido de mis días son las citas que tengo a diario en mi cuarto con Sudaryan. Ja! La verdad es que tengo unas roomates bastante molestas. Son una familia de lagartijas que vienen a visitarme a menudo, y aunque no quiero matarlas ni mucho menos, me provoca una sensación rara creer que cuando duermo pueden pasar por arriba de mi cabeza. Con lo cual Sudaryan se encarga de sacarlas todos los días, y aunque sé que no lo hace, me deja tranquila cuando sale del cuarto y me dice: “Its fine now María! You can enter”
Ahora soy María. A todo el mundo le resulta complicado parece decir mi nombre y me llaman por el primero. Lo cierto es que me hice muy amiga de Sudaryan en los días que llevo acá y charlamos sobre Dios, Krishna y muchas de esas cosas interesantes sobre la naturaleza y la medicina Ayurvédica. Me cuida como un papá, me reserva la hamaca paraguaya que hay arriba, viene con alguna fruta a media tarde justo cuando tengo ganas de comer algo dulce y, me repite casi de manera apocalíptica “This animals means that you are going to earn lot of money”
Y en medio de esta selva siempre le respondo: “Quien necesita dinero?” Él sonríe. Y yo le devuelvo la sonrisa mientras pienso: “Ojalá tenga razón!”
Los días van pasando. Entre leyendo, meditando, escribiendo, podríamos declarar que, en medio de la naturaleza, "María" encuentra su paz interior, no necesita casi dinero, se viste casi todos los días con lo mismo. Lava su ropa a mano. Come fruta. Y siente la extraña sensación de ser libre…
Esa libertad que no cambiarías ni negociarías por nada del mundo.
Tan beio tu relato! Te visualizo... Me alegra mucho que este camino te vaya llenando el alma. :)
ResponderEliminarCapaz, del encuentro de María (que teme ser confundida con una virgen) y Sheeva/Shiva/Dios, nazca algo. Me puse entre psicoanalítico y piadoso!!.
ResponderEliminarEnvidié tu desayuno y las frutas en la terraza de bambú... Me da gozo leerte. Mucho. Abrazos