Son las 10 de la noche y ya estoy preparada para aventurarme en el trekking de mañana por tres días.
Estoy en Phokara, un pueblito a orillas del Phewa, un gran lago en un valle que da a la cordillera del Himalaya. Es un lugar propicio para el deporte de aventura. Paracaidismo, ala delta, y trekking. Los más osados y especializados ya parten para el Everest, como todos sabrán, la montaña más alta del mundo tiene 8.844 metros de altura. Nosotros solo subiremos unos 3000 metros. Tampoco está tan mal.
Estoy entusiasmada y al mismo tiempo preocupada. No para de llover y aunque el guía me dijo que eso es buen augurio para una mañana despejada, no veo que pare. Ya me organicé una mochila chica, mis zapas y junto con una compañera holandesa estaremos durmiendo dos días en un hostel de montaña. Dicen que los paisajes son imperdibles y la experiencia inolvidable!
La verdad es que desde que llegué a Nepal no puedo sacarme la sonrisa de la cara. Kathmandú con sus templos budistas por doquier es una ciudad que deslumbra y atrapa apenas llegas. Thamel, la calle más transitada y llena de negocios con diseños de objetos exclusivos hechos en lana, los sweaters de Cashmere y las pashminas de más alta calidad te incitan a comprar todo el tiempo, a sacar ideas y miles de fotos.
No puedo dejar de mencionar los numerosos restaurantes con sus macetas terracotas llenas de flores de colores, velitas, sillones de caña llenos de almohadones y banderines de colores por doquier que hacen de estas ciudades una postal exótica y acogedora.
Me encanta!
A la vuelta de Phokara estaré una semana en el monasterio más importante de Nepal. Ahí me hospedaré con los monjes budistas en la cima de una montaña. Espero no convertirme en Kill Bill aunque la imagen de encontrar un maestro que me enseñe alguna hazaña cinematográfica me entusiasma bastante.
Nos vemos a la vuelta!
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