La simpleza y la complejidad. La nada y el todo. La naturaleza y la ciudad. El hostel de mochileros y el hotel de lujo. La vida está llena de contrastes. De movimiento. De ciclos. Del blanco al negro, del negro al blanco. De arriba a abajo. De abajo a arriba. La llave del equilibrio es la flexibilidad. La adaptabilidad.
Bangkok. Caótica. Colorida. Vibrante. Contrastante. Luego de dos meses y medio en India y Nepal, llegar a Tailandia es justamente ese oasis que anhelás después de meses en el desierto. De manera literal es ese baldazo de agua fría que te tiran imprevistamente cuanto te morís de calor. Así, me recibió esta “señora ciudad”. Porque si India era la hija sumisa y espiritual de Asia, Nepal era el novio aventurero de dicha hija y Tailandia la prima pudiente y luminosa del sudeste. Hippie chic. Moderna, glamorosa, pero a la vez natural y rebelde. Todos conceptos que me hacían sentir como en casa con un “bonus track” especial, “de religión, budista”!
La gran familia asiática me sorprende a cada paso, y me hace creer que en otra vida pertenecí a ella. Aterricé el 12 de abril sin hotel y con mucho entusiasmo. Me dio la bienvenida una ciudad frenética que recibía el año nuevo convertida en un campo de batalla. No solo en Kao San Road, la calle por excelencia de la vida nocturna, si no que en los días sucesivos que tuve la oportunidad de caminarla y recorrerla de principio a fin, tomé conciencia que el año nuevo Tailandés se festejaba en TODA la ciudad.
TODA LA CIUDAD, significa lo siguiente: Familias enteras, jóvenes, nenes, personas mayores, provistos de pistolas de agua y baldes de talco acuoso salen a la calle para participar de una de las guerras más pacificas como agobiantes del continente. Para los turistas, es simplemente tener en cuenta que todos los días volverán al hotel empapados y pintados de blanco. Esto, es nada más ni menos que del 12 al 15 de abril todos los años.
El agua y el engrudo decían presente donde estuvieras. En el colectivo era imposible estar con las ventanillas abiertas, ya que los comandos sorpresas con potentes mangueras apuntaban casi sin error desde las veredas para empapar a los pasajeros a toda hora. Ir en “tuk tuk” comprendía el desafío más audaz. Los taxis con aire acondicionado eran la alternativa más decente, como cara. Y en los andenes del skytrain nadie tenía piedad. Como tampoco si ibas con bolsas, o mochilas. Durante los 4 días sucesivos, la ciudad se había vuelto un caos. En medio de ese caos y con 37 grados de calor, muchos encontrabamos refugio nada más ni nada menos que en los tres shoppings más importantes del espectacular “Siam Center”. O "si no puedes contra ellos, úneteles"
Los días fueron pasando, entre el calor de las calles, algunas compras, mis docenas de Caramels Machiattos y mis almuerzos llenos de salmón, me hicieron dejar varios dólares y sentir un poco de culpa. Me quedé pensando, entre café y café, sentada en la terraza de uno de los edificios más altos, que la vida está llena de contrastes. Al fin y al cabo, la felicidad no se trataba de estar ni de un lado, ni del otro. De acumular o de soltar, si no más bien de disfrutar cada cosa que nos ofrece la vida al cien por ciento. Porque la vida estaba justamente llena de contrastes, y eso lo había experimentado en carne propia en los últimos meses y con mayor intensidad. Había dormido en las situaciones más precarias como paradisiacas. Comprendí que nada es permanente. Que un día podemos estar de un lado del río, pero que al día siguiente podemos estar del otro. De esta manera, si aprendemos que la vida es ciclica, y que las cosas están en constante cambio, ya nada nos perturbará tanto. Nos entristecerá tanto. Llegaremos a un equilibrio y un constante disfrute que nos hará ver la vida de otra manera. Ya sea que estemos donde estemos, y tengamos y lo que tengamos.
6 días en Bangkok no son nada suficientes para una ciudad de la que me enamoré tanto. Pero era hora de partir. Y como todos los turistas van hacia Chiang Mai, vayamos un poquito más arriba, donde un terreno más virgen nos espera: Chiang Rai.
En medio de un ambiente agreste y selvático me esperaba mi cabaña “medium size” para dos personas en Naga Hill. El dato me lo había pasado un amigo alemán. Era un hombre que trabajaba en la industria del cine y al que conocí tomando café en Varanassi. Nos quedamos charlando varias horas ese día, comiendo torta de manzana en una “German Bakery”. Believe it or not, en Varanassi había una Panadería alemana! Fue él quien me contó sobre un lugar cercano a Chiang Rai donde había una zona exclusiva para los famosos. En ella se alojaban personajes como Brad Pitt y Angelina Jolie en cabañas en medio de la nada completamente privadas. Naga Hill, era un complejo de cabañas "ecofriendly" justamente en medio de un clima selvático, cercano a este lugar que disponía de tan solo 10 casitas hechas "a la tailandesa", con bamboo y madera, también en una zona que prometía calma propicia para el yoga, la meditación y el relax.
Lejos estaba de tener un Brad Pitt para la "king size" que me esperaba, pero me contentaría con apretar la almohada y chapotear en la “salt water pool” que me anticipaba la web. Chusmeen www.nagahill.com y (NO) pasen el dato! Sólo exclusivos Bahouienses!!!
Luego les cuento!